martes, 10 de enero de 2023

Ascensor.


Un amigo me pide ayuda para reparar el ascensor de un hotel.

Un hotel de lujo, probablemente el más caro de Santiago.

Como los otros trabajadores están de vacaciones y en realidad no se trata de reparar, exactamente, me pide que lo acompañe.

No quería hacerlo, por supuesto, pero le debía un favor y aprovecho de pagarlo.

Lo habían llamado la noche anterior pues algunos pasajeros habían comentado que escucharon un ruido extraño en el ascensor.

Habían desestimado los comentarios del primero, pues todo funcionaba correctamente, pero como fueron tres finalmente los que comunicaron lo mismo, decidieron llamar a la compañía de mi amigo para confirmar la percepción.

-Ninguno de quienes trabajamos hemos escuchado nada -dice el administrador-, pero como los tres pasajeros lo oyeron…

-¿No se conocen esas tres personas? -pregunté yo, ahondando en el caso.

El administrador me mira algo molesto, antes de responder.

-Por supuesto que no -dice entonces-. Incluso eran de distintas nacionalidades. Un japonés, un español y un polaco.

-Como en los chistes europeos… -intenté decir, pero al final me detuve, pues me miraron molestos.

Fuimos entonces al ascensor en cuestión.

Mi amigo sacó un aparato que al parecer captaba ciertas frecuencias y sonidos.

Me advirtió que no hablara.

No hablé.

La máquina no registró nada, pero mi amigo hizo un pequeño informe indicando que debían cambiar unas luces, porque generaban vibraciones de origen eléctrico que, en algunos casos, podían llegar a percibirse y ser molestas.

Por supuesto, él mismo se ofreció a cambiarlas por una suma que el administrador pareció considerar módica.

Yo, por cierto, calculé que eran casi tres meses de mi sueldo como profesor.

-¿No quiere que le cueste el chiste europeo? -le pregunté al administrador mientras firmaba la orden de trabajo.

Como el administrador no se negó decidí ignorar a mi amigo y comencé a contarlo.

-Un japonés, un español y un polaco suben a un ascensor en perfecto estado en un hotel de Santiago…

-A él no quiero volver a verlo acá -interrumpió entonces el administrador, advirtiendo a mi amigo.

Entonces mi amigo -ex amigo ahora, en realidad, pero con deuda saldada-, me acompañó a la salida preguntándome cuál era el problema.

-El chiste -le dije-. Siempre todo es un chiste. Ese es el problema.

Él me miró, intentando ser amable, aunque sin entender.

-Mándame un número de cuenta -dijo entonces-, para depositarte algo.

Yo le sonreí, simplemente, y me fui del lugar. Sin responder.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales