sábado, 7 de enero de 2023

Ella tenía un hermano que murió de pequeño.


Ella tenía un hermano que murió de pequeño.

Casi nunca hablaba de él.

Yo, de hecho, lo descubrí por fotos que encontré en su casa.

Siempre aparecía junto a él, en aquellas fotos.

Fue entonces que le pregunté, por simple curiosidad, quién era aquel niño.

Sin mala intención se lo pregunté.

Entonces, con un tono extraño, ella me dijo que era su hermano.

El único hermano que había tenido.

Un año menor que ella.

De nombre Tomás.

Luego de decirme esto ella señaló que si quería saber más ella podría contarme.

Pero luego de aquello, me advirtió, no volvería a verme otra vez.

Me dijo esto con tono serio, sin explicar sus razones.

Yo la observé en silencio, todavía sin comprender.

Sin que dijese nada, ella comenzó entonces a hablarme sobre su hermano.

Nada muy trascendente, según recuerdo, solo anécdotas de infancia.

Juegos, viajes, celebraciones de familia… cosas así.

El tono de ella, al hablar, era distinto al de siempre.

Sonaba como si se estuviese despidiendo, pensé.

Fue ahí recién que comprendí que era cierta su intención de que no volviésemos a vernos, luego de terminar su historia.

Así, sin cambiar su tono, llegó a contarme sobre la muerte de su hermano.

Su etapa final, digamos, luego de lo cuál no volveríamos a hablar.

La observé sin escuchar, mientras ella movía sus labios.

Sus ojos parecían fríos, cuando terminó de hablar.

Finalmente, no hice comentarios ni me despedí ni hice petición alguna.

Dejé de verla, simplemente y me fui del lugar.

Acepté su trato, digamos, como si de aceptar una muerte se tratara.

Juro que no he vuelto a saber de ella, desde entonces, nunca más.

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