sábado, 21 de enero de 2023

Llegado cierto punto descubres ciertas cosas.



Llegado cierto punto (no sé decir cuál) descubres ciertas cosas.

Cosas mínimas, a veces, pero ciertamente las descubres.

Por ti mismo, me refiero, afinando apenas la vista.

Y es que las cosas que descubres no estaban ocultas ni mucho menos.

No importa siquiera dónde y cómo estaban.

Ese no es el punto.

De hecho, tampoco lo es el que descubras cosas.

El punto es aquí las cosas que descubres.

En sí mismas, me refiero.

Nada más.



Entre esas cosas, por ejemplo, está el asunto del que hablamos hace apenas unos días.

El asunto ese de los guardianes en las puertas.

Fue a partir de un acertijo y de un breve texto de Kafka… ¿no sé si te acuerdas?

Si no te acuerdas no importa, en todo caso.

Y es que lo importante, como mencionaba antes, es aquello que descubres.

Lo que descubres en sí mismo.

En este caso, que no hay guardianes en las puertas.

O que, si los hay -o crees que hay-, finalmente no resultan ser guardianes.

Y que, por si fuera poco, tampoco hay puertas.



Como ves, no se trata de descubrimientos que iluminen un camino.

Aunque ciertamente sean luminosos, en sí mismos.

En este sentido, aclaro que no es mi deseo crear falsas expectativas.

Después de todo, la importancia de aquello que descubres es variable.

Y no está dada a partir de los efectos que pueda provocar en cada uno de nosotros.

Esta es, por cierto, otra cosa que descubres.

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