viernes, 27 de enero de 2023

Las cosas que mendigan nuestro amor.


Las cosas que mendigan nuestro amor, dijo J., así como tú las llamas, a fin de cuentas no mendigan nada. O muy poco, en realidad. Y te lo digo así por respeto, nada más, mira que tú ya sabes lo que me ocurre a mí cuando se exagera el uso de esas licencias poéticas que a final de cuentas poco aportan. Esta te la acepto principalmente porque la dices tú y entiendo que tu intención es otra. No sé cuál, es cierto, pero otra. Me refiero a que te aguanto la palabra amor en esa frase únicamente porque se compensa con la imagen esa de que las cosas mendigan. Me gusta eso. No la compensación o equilibrio entre las partes, sino eso de imaginar que las cosas mendigan. Y sobre todo que “nos” mendigan. No lo digo pensando en que yo tenga ese supuesto amor para que me mendiguen, pero sí con la idea que me mendiguen cualquier cosa. Que extiendan sus manos de cosa hacia uno y esperen algo de vuelta. Que mendiguen sin mendigar, me refiero. Que extiendan sus manos sin extenderlas y sin siquiera tener manos. No sé si me explico. Me gusta porque a fin de cuentas ese mendigar viene a ser probablemente una excusa para que podamos entregarles algo a las cosas. Sacar algo de nosotros. Hacer un vínculo mínimo con ellas. Un vínculo de nada, probablemente o de muy poco, pero un vínculo al fin. No de amor propiamente tal, mira que ya dije que al final no mendigan nada y en eso me mantengo. Ahora, si te parece enredado y no comprendes déjalo pasar esta vez igual que yo dejé pasar tu frase. De pronto un día de estos, así medio aplastado por ellas te lo explico un poco más.

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