sábado, 17 de diciembre de 2022

Menos verbos.


Menos verbos. Cada día hay menos verbos. No literalmente “cada día”, pero lo cierto es que hay menos. También se agregan nuevos, es cierto, pero escasamente son verbos. Y las otras palabras no me preocupan. A mí me interesan los verbos. O más bien, la desaparición de los verbos. Y es que no solo en español desaparecen. Es algo a nivel global. En todos los idiomas. Vengo estudiando este fenómeno hace años y es sin duda algo extraño. Después de todo, no es solo una palabra. Son decenas de conjugaciones asociadas a cada una. Y cada desaparición indica que hay acciones que ya no realizamos. Ergullir, porfijar, decluir… podría estar horas haciendo listas. Pero ver las palabras subrayadas en rojo en el procesador de textos es algo que me entristece. No sé bien cómo explicarlo, pero la desaparición de esas palabras es algo que trae consigo una preocupación mayor. No por la ausencia de palabra, sino por la ausencia de la acción que especificaba. Es decir, porque su desaparición es señal de inacción. De quietud. De estancamiento. Un preámbulo al final, digamos. Un indicio de otra desaparición, aún más grande. Puede que exagere, es cierto, pero así lo imagino. Así lo siento. Un final en el que no hay verbo. Un final donde no.

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