lunes, 12 de diciembre de 2022

Deudas.


Siempre son de juego, las deudas.

No importa si hay apuestas de por medio, siempre las deudas son de juego.

Y siempre hay deudas, por lo demás.

Nos acostumbramos a esto, es cierto, pero sin duda se trata de algo extraño.

Ser todos deudores, me refiero, y no saber realmente a quién le debemos pagar.

Dicho esto, vale la pena agregar otros aspectos que tampoco parecer sostenerse por sí mismos.

Por ejemplo, no sabemos siquiera a cuánto haciendo nuestra deuda.

Ni tampoco comprendemos en qué consiste el juego que, sin saberlo, comenzamos a jugar.

Así, como ven, resulta que siempre resultan ser de juego, las deudas.

Y cuando decimos juegos, hablamos también de engaño, aunque esa palabra sea difícil de pronunciar.

Yo mismo me complico, si soy sincero, y esquivo lo más que puedo esa palabra, para no adeudar todavía un poco más.

Doy vueltas, en definitiva. Acelero y desacelero. Tomo rutas innecesarias.

A veces, incluso, olvido cuál es mi puesto, y pensando que participo, abandono el lugar.

Son juegos extraños, sin duda. Lo admito.

Deudas que resultan ser, aunque queramos, imposibles de saldar.

Costumbres necesarias, dirá alguien, pero errará al decirlo de esa forma.

Y entonces, sin saber que ha errado, comenzará a pagar.

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