sábado, 3 de diciembre de 2022

Lo primero.


Lo primero que me asustó de ella fue que coleccionaba tijeras.

Las encontré casualmente, un día en que me pidió que le alcanzara algo que tenía en un baúl.

Y es que, en el baúl, encontré también una gran cantidad de tijeras, bajo una tela, como si estuviesen escondidas.

No se lo pregunté entonces, pero ella notó que las había visto y cambió un poco su actitud.

-¿Viste algo más en el baúl? -me preguntó esa vez.

Demoré en contestar, pero finalmente lo hice, intentando utilizar un tono natural.

-Tijeras -le dije-. Solo un montón de tijeras.

-Lo dices como si fueran cuchillos -comentó ella-. Como si fuesen armas o algo así.

Su observación probablemente era cierta. Para mí las tijeras eran como dos cuchillos unidos, a fin de cuentas.

-¿Las coleccionas? -pregunté.

-Las tengo -dijo ella-. Están conmigo. Todas esas en el baúl que viste y tengo también otras en cajas en el armario, en el mueble de la pieza del fondo y hasta unas pocas en una maleta, en la bodega.

-Ya -dije yo.

No sabía bien qué preguntar.

-¿Te complica que las tenga? -me preguntó ella, luego de un rato.

-No -le dije, intentando racionalizar la situación-. Tal vez me produjo algo extraño porque me pareció que estaban escondidas. En el baúl estaban bajo unas telas…

-Entonces te complica -interrumpió.

No contesté.

Luego de un rato fingimos olvidarlo y cambiamos el tema.

Luego de ese día, volvimos a juntarnos unas cuantas veces, pero no fue como antes.

No sé bien cómo explicarlo, pero supongo que me asustaron otras cosas.

A pesar de todo, estoy consciente que el problema puede haber sido mayormente mío.

Ella, por supuesto, estaba convencida que era así.

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