viernes, 31 de diciembre de 2021

Un huevo.


Treinta y uno de diciembre. Fin de año. Una gallina pone un huevo cuadrado. Un cuadrado perfecto, me refiero, no se trata aquí de bordes un poco más lisos ni aproximaciones similares. Un cubo, más bien, para ser exacto. Una forma pura, diría Vico.

Yo, en tanto, retomo diciendo que una gallina común -hasta entonces y después de entonces-, ha puesto un huevo cuadrado. Blanco y de peso y textura común, pero cuadrado. Y agrego: el cubo perfecto que no existe en la naturaleza ha sido creado por una gallina común. Indistinguible de otras gallinas. Es decir, el único huevo distinguible ha sido creado por una gallina indistinguible. Me refiero a que no podrías diferenciarla de las otras a no ser que la vieras poniendo, justamente, aquel huevo.

Treinta y uno de diciembre. Fin de año. Un cubo perfecto ha sido creado. Y por si fuera poco se trata de un huevo. No ahondaré en esto, pero usted me entiende. No es lo mismo un dado que un huevo. De hecho, podríamos agregar que tampoco es lo mismo un huevo que un huevo cuadrado.

Eso lo sabe incluso la gallina que observa con recelo su huevo, antes de alejarse de él y perderse entre las otras gallinas. No sabemos, por supuesto, qué ocurrirá con ella. Y menos aún, qué ocurrirá con aquel huevo.

Treinta y uno de diciembre. Fin de año.

No me esperen, diría Wingarden.

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