lunes, 20 de diciembre de 2021

Una respuesta tardía.


I.

Me gustaría hacerte una pregunta, me dijo:

¿Algo de lo que haces sirve para algo más que simplemente terminar de hacer aquello que debías hacer?

Yo no contesté.

Puedes molestarte o tomarlo por el lado pesimista, agregó, pero esa actitud más bien revelará la naturaleza de tu respuesta.

Mi pregunta, de hecho, no tiene malas intenciones.

No tengo, de hecho, malas intenciones.

Y hasta hay quien dice -probablemente con cierta razón-, que no tengo intención alguna.

No contesté.

Lo escuché y la verdad es que me molestaron de cierta forma sus palabras.

Perdí la oportunidad de contestar, pienso ahora.

O perdí la oportunidad de contestarme, más bien.

La oportunidad, incluso, de saber.


II.

Que yo recuerde, me reuní con él muchas otras veces.

Muchas veces, pero nunca volvió a hacerme otra pregunta.

Ni siquiera consultas triviales.

Yo, por cierto, debía reunirme por cuestiones de trabajo, muy específicas.

Trámites puntuales, digamos.

Luego dejé de trabajar en aquel lugar y olvidé el asunto.

Más adelante, sin embargo, lo recordé.

Ahora, para no olvidarlo, lo escribo, aunque probablemente nunca relea este escrito.

Por lo mismo, esto puede ser justamente una de aquellas cosas que solo sirven para terminar de hacer aquello que debías hacer.

Aunque claro… lo cierto es que ni eso.

Lo que debía hacer era otra cosa.

Responder, por ejemplo.


III.

Así que sí, digo entonces.

A pesar de todo la respuesta es sí, me refiero.

Y como no me preguntó el qué, supongo que es válido dejarlo hasta ahí.

Orgulloso en cierto sentido de la respuesta y, también, de haber respondido.

Así avanzamos, después de todo, cuando avanzamos.

No les debo, en este sentido, explicación alguna.

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