domingo, 26 de diciembre de 2021

Una novela de piratas.


Leí hace unos días una extensa novela de piratas, del siglo XIX. En ella, un capitán pirata y su tripulación viven un gran número de aventuras persiguiendo mayormente a otro grupo de piratas, para poder encontrar un gran tesoro enterrado hace ya casi un siglo en una pequeña isla del caribe. Se trata de una historia típica, por supuesto, con personajes algo planos y caricaturizados que no dan pie a grandes reflexiones ni tampoco posibilitan interpretación alguna. En definitiva, una obra construida casi exclusivamente en base a acciones. Con diálogos, por supuesto, pero todos en función del desarrollo de dichas acciones, que vuelven una y otra vez a la búsqueda del tesoro como eje central, más allá de algunas pocas acciones secundarias que se desarrollan en algunos capítulos, sin aportar demasiado -según mi opinión-, y probablemente distrayendo al lector, que ha logrado llegar hasta ellas.

Con todo, ya terminada mi lectura, me queda dando vueltas algo que ocurre en el final de esta historia. Algo común por supuesto y previsible desde el comienza de la historia, 600 páginas antes del final. Y es que al final de la historia el pirata protagonista y su tripulación, consiguen dar con el tesoro escondido y desenterrarlo, pero -y he aquí lo que me queda dando vueltas-, simplemente para revisar su contenido y enterrarlo ahora en otro sitio, junto a otros objetos valiosos que habían conseguido a lo largo de sus aventuras.

Desenterrar un tesoro de un sitio, en resumen, para enterrarlo en otro lado.

Eso me dije.

Y fue entonces cuando comprendí que:

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