viernes, 10 de diciembre de 2021

Cada hombre tiene un Dios.


Cada hombre tiene un Dios.

Un Dios distinto, me refiero, para cada hombre distinto.

Un Dios personal e intransferible fabricado a su medida.


¿Quién fabrica a esos Dioses?, nadie sabe.

Yo sospecho que en el fondo son creados por cada uno de nosotros.

Sin intención de hacerlos, son creados y ahí se quedan.

Primero junto al hombre y luego abandonados a su suerte, como samuráis sin amo.


No se heredan, por cierto, aquellos Dioses.

Tampoco se aceptan intercambios ni préstamos por tiempo limitado.

Simplemente tenemos lo que merecemos y ya está.

Cualquier otro tipo de cálculo no tiene en verdad sentido alguno.

Hablar de ellos ya es, después de todo, un riesgo innecesario.


Cada hombre tiene un Dios, decía en un inicio.

Aunque yo, sinceramente, ni siquiera sé para qué sirve.

Hablo en singular, por cierto, porque yo solo tengo acceso al mío.

No sabría describirlo, pero así y todo he aprendido (con los años) a estimarlo.

De hecho, si no lo estimara, ya lo habría dejado solo hacía tiempo.

Solo junto a todos esos dioses esparcidos por el mundo, como piedras.


Y es que no caducan, estos dioses.

A diferencia de nosotros, no caducan.

No me quejo, por cierto, de esta condición.

Simplemente estoy dando cuenta de aquello que les pasa.

Nadie los extraña ni los reconoce como dioses.

Nadie ve en ellos parte suya ni tampoco los proyectan, como hijos.

Apenas un mal texto, un rezo confuso y luego ya no hay más.


Cada hombre tiene un dios, simplemente.

Y todo es tan justo y tan injusto que al final callamos.

Si no me cree compruébelo mirando la línea que viene.

Que se trata justamente, de la última.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales