viernes, 17 de diciembre de 2021

Lucía Hirirart versus los zombies.


Me quieren pegar porque hice un juego. Un juego de mesa, me refiero, como acostumbraba hacer antaño. Lucía Hiriart versus los zombies, había nombrado al juego. En dicho juego Lucía Hiriart era la única sobreviviente a un apocalipsis zombie y debía recorrer un largo recolectando joyas ocultas y ocultándose ella misma en pequeños refugios, que eran ex propiedades de Cema Chile.

Durante el camino, Lucía debía sobrevivir recolectando varias herramientas y asegurándose de acabar, de paso, con zombies famosos como el de Stalin, por ejemplo, que la seguía con mayor fervor que otros que eran más bien inofensivos. O fáciles de derrotar, al menos.

Al mismo tiempo, podía llevar consigo mismo algunos zombies y ocuparlos en su beneficio -si tenía las herramientas adecuadas-, como el de su propio esposo u otros miembros de su círculo más cercano.

Lejos de dar más detalles del juego, sin embargo, lo que quería contar acá era sobre las amenazas que recibí debido a la extraña coincidencia de la muerte real de la protagonista del tablero, lo que llevó a que me interpelaran un grupo de tipos que consiguieron de alguna forma mi número de teléfono.

Así, tras hablarme directamente y llenarme de mensajes de texto, ellos amenazaron con quemar mi auto, mi casa y hasta con dejar viuda a mi pareja.

Todo lo anterior, extrañamente, vino en parte a tranquilizarme, pues me di cuenta que desconocían que no tengo auto, ni tampoco casa propia, ni mucho menos pareja, y que su única información fidedigna era mi número telefónico, que podía desechar o cambiar en cualquier momento.

Aún así -para intentar congraciarme-, intenté negociar ofreciéndoles un Monopoly Chilezuela donde te expropiaban los terrenos, o una serie de juegos militares que a ellos -pensé-, podrían interesarles.

Finalmente, como no aceptaron negociar, decidí simplemente dar de baja el número de teléfono y guardar por un tiempo el prototipo del juego, que por lo demás, con la muerte real de la protagonista, debía repensar un poco.

Tal vez, pensé entonces, deba hacer que Lucía recorra ahora los círculos del infierno buscando a ya saben quién, o hacer que el objetivo sea intentar arrancar de aquella sección donde -espero-, queden los que murieron impunes, burlándose de todos aquellos que creían ingenuamente en una justicia que -en ese tablero mayor-, no llegó nunca.

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