sábado, 31 de julio de 2021

Diagnóstico tardío.


Descubres que eres alérgico a las picaduras de abejas cuando te pica, justamente, una abeja. Eso es lo que generalmente pasa. Hasta antes de aquello nada sabes ni sospechas. Luego diagnostican la alergia y tú memorizas, por supuesto, aquel dictamen. Un juico médico que no te atreves a poner en duda ni a cuestionar en lo más mínimo. Desde entonces, cuentas aquello como anécdota y adviertes sobre tu situación, a los demás. Puede incluso que sueñes con un evento similar y vivas temeroso de que vuelva a repetirse. Sientes esto, aunque tal vez (sin saberlo), solo eras alérgico a la abeja que te picó aquella vez, y no había más peligro. Nadie te lo dirá de esa forma, por supuesto, y aunque fuese así, es comprensible que no te quisieras arriesgar. Desde entonces, huirás de las abejas como si al hacerlo, ciertamente, tu vida pudiese ser un poco más segura. Incluso si lo comentas, los otros te dirán que eso es lo correcto. Que cuidarse es siempre algo sensato y que la vida es algo que no se debe arriesgar. Poco importa si estás de acuerdo o no con todo aquello. Nunca lo sabrás, realmente. Así, la muerte también llegará un día como la picada de esa abeja que provocó la alergia. Hasta antes de aquello, probablemente, no la habrás oído llegar. Así es como ocurre. O así, al menos, es como suele ocurrir. Ese será tu último diagnóstico.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales