martes, 6 de julio de 2021

Criaturas extrañas.


Hicieron una vez un concurso para crear criaturas absurdas. En principio era un desafío escolar, de la asignatura de artes, vinculado a la realización de un diseño extraño. Perros con patas de gallina, cocodrilos con plumas… cosas de ese estilo. Luego, sin embargo, el concurso creció e incorporó otras áreas. Usar la criatura como el protagonista de una historia breve, en principio, aunque poco a poco se fueron agregando elementos más complejos. Cálculos exactos en el diseño, para determinar características, velocidad y fuerza. Descripción de métodos de reproducción, alimentación y esperanza de vida. Una inclusión factible en un ecosistema determinado y su participación en la cadena alimenticia. Un sistema social de jerarquías y de asignación de roles que asegurara su supervivencia. Estadísticas que proyectaran su crecimiento seguro como especie. Y hasta hubo quien se aventuró a pedir una redacción que explicara el sentido de vida, que tendrían esas nuevas criaturas absurdas.

Todo fue bien, por cierto, hasta ese último punto, pero luego las cosas comenzaron a complicarse. Y es que, al no poder desarrollar esa última redacción, comenzaron a darle vueltas a eso del “sentido de vida”. Y hasta se acusó a quién lo propuso por ser poco concreto, no dar instrucciones claras y carecer de rúbricas adecuadas.

Hubo intentos y pequeñas discusiones, por supuesto, pero finalmente se decidió que el trabajo estaría completo sin este último punto. Se arguyó, entre otras cosas, que era innecesario para los objetivos propuestos. Y que no apuntaba a un indicador claro.

Los estudiantes que lograron todo lo demás fueron calificados con un 7. Es decir, se les otorgó un número.

El siete, está formado por un segmento lineal vertical, generalmente inclinado, y un segmento lineal más pequeño horizontal que nace desde su extremo superior.

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