lunes, 26 de julio de 2021

Simple.


“Como no comprendía símbolos
ni le gustaban las metáforas,
todo lo que decía o escuchaba
lo transformaba en una historia simple
y aparentemente vana”


Caminaba siempre pegado a la pared. Rozándola casi, con la punta de sus dedos. Como lo veía desde lejos pensé que probablemente se trataría de un ciego. Una vez lo seguí mirando, varios minutos, detenidamente, esperando que se le acabara la pared y revelara así el misterio. Pero la pared no se acababa y se me perdió de vista, tras doblar en una esquina, sin que lograse concluir nada.

Si bien la ruta que seguía era siempre la misma, no acostumbraba a tener, en cambio, ninguna rutina horaria. A veces pasaba un par de semanas sin que lo viera y también podía ocurrir verlo dos o tres días seguidos, si se daba el caso. A distintas horas, por supuesto. Sin cargar bolsas ni paquetes y sin ninguna pista que pudiese ayudar a comprender desde dónde venía, a dónde se dirigía o qué tramite realizaba.

Hubiese querido acercarme y comprobar mi hipótesis, pero yo estaba por ese entonces a cargo de una librería, desde donde lo veía caminar. Por otro lado, no me atrevía a preguntarle a alguien más por aquel hombre, pues en el fondo sabía que, si era o no ciego, finalmente, era una información más, sin trascendencia ni importancia alguna.

Así y todo, cuando renuncié al trabajo (tarde o temprano siempre renuncio a mis trabajos), decidí ir por un tiempo cerca del lugar, para poder acercarme a este hombre cuando lo viera pasar y comprobar finalmente si se trataba o no de un ciego. Y entender entonces -si podía entenderse de alguna forma-, qué lo llevaba a caminar de esa forma.

Fue por esto que estuve yendo un mes, prácticamente, a pasearme por esa zona, hasta que unos locatarios comenzaron a llamar a carabineros cada vez que me veían rondando por el lugar, sin comprender, supongo, qué podía estar haciendo, paseando por ahí sin un objetivo claro y sin querer confesarles, por supuesto, qué era lo que realmente me llevaba hasta ese sector.

Luego del tercer o cuarto control de identidad, de sufrir algunas amenazas de gente del lugar y de sentirme yo mismo perturbado por todo aquello, me prometí olvidar lo sucedido y nunca volver por esos lados.

Es por esto que hoy, si alguien quiere caminar tocando las paredes, siendo o no ciego, no me produce ya inquietud alguna.

Si alguien me conoce, sabe de qué hablo.

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