miércoles, 28 de julio de 2021

Inacabado.


No nací.

Simplemente desperté.

Y desperté en un mundo inacabado.


Cansado, desperté.

Desencantado.

Y es que ni siquiera era un mundo a medio hacer.

Todo era como una construcción abandonada.

El mundo estaba así, sin más.

Dado por perdido, digamos.

Dado por muerto antes de tiempo.

Nadie estaba terminándolo.


No miré con rabia.

Simplemente comprendí.

Aprendí un lenguaje y esperé.

A que fuese mi turno, esperé.

No intenté culpar a nadie.


Mientras esto ocurría, nada hice.

Nada salvo fijarme en algo a la distancia.

Entonces, me pareció que se acercaba una estampida.

Gigante, pero lenta, la estampida.

Una estampida de tortugas, digamos.

De esa forma se acercaba.


Tranquilo, escuché decir a alguien.

Moriremos antes de esa muerte.

Y dormiremos antes del primer morir.

Deja que eso se acerque, simplemente.

Quédate tranquilo, reiteró.

Solo puede intimidarnos si tenemos algo que perder.

Ni tú ni yo tenemos nada.


No nací, escribí entonces.

En la arena, lo escribí.

Nada tengo y no deseo nada.

Cuando llegue mi turno, conocerán mi voz.

Podrán escucharla, si quieren.

Pero no sabrán quién soy, por mis palabras.


Inacabado en un mundo inacabado.

Eso ocurre simplemente.

Todo en mi es eco de alguien más.

Alguien que me habla y alguien a quien hablo.

Una trinidad absurda e incompleta.

No nací.

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