martes, 8 de diciembre de 2020

Un niño con un paraguas de papel.



Un niño con un paraguas de papel.

A fondo del paisaje.

Como una mancha de acuarela.


La lluvia entonces.

El agua, me refiero, sobre el paraguas del papel.

Gastando el papel; atravesándolo.


Incluido el paisaje y el observador.

El agua que desdibuja… y hasta mis palabras.

Todo son impresiones.


Lo que parece movimiento.

La quietud que hay al fondo de las cosas.

La forma con que se manifiesta una voluntad en cada una de ellas.


Un niño con un paraguas de papel, por ejemplo.

Al fondo de un paisaje.

Mientras el agua interviene nuestra perspectiva, mientras cae.


Y entonces las cosas que parecían estar en otro sitio.

Revelan estar extrañamente conectadas.

Y el agua cae sobre todas, indistintamente, o vuelve a su origen.


Porque hasta el tiempo se deshace, un poco, bajo el agua.

Nuestros pasos, por ejemplo, se fijan en un barro más antiguo.

El agua borra el presente y te dice que esto ocurre en un tiempo distinto.


El niño con el paraguas de papel, si te fijas.

Otra vez de ejemplo, digamos, pero esta vez de otra cosa.

En medio de un paisaje formado por una voluntad ajena.

Un niño diluido como una mancha de color, sobre la tierra.

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