martes, 15 de diciembre de 2020

Podría culpar a Bergman.



Podría culpar a Bergman, pero lo cierto es que no hay culpa.

Hay culpables, tal vez, pero no hay culpa.

Una serie de culpables en un listado, pero sin un crimen concreto.

Eso es más o menos lo que hay, si me preguntan.

Yo mismo, si lo pienso, podría estar en esa lista.

Nombres que he olvidado… nombres tachados, incluso, que no reconozco.

Podría detenerme en todo aquello.

Podría hacer eso o culpar a Bergman o transformar la lista en una acusación.

Todas esas son opciones que he ido abandonando, mientras pienso en Bergman.

Mientras me detengo en las escenas… en los diálogos aparecidos como heridas leves…

Y hasta en la alegría que brota de la piedra, como un manantial absurdo.


Podría culpar a Bergman, pero lo cierto es que no hay culpa.

Hay una sensación, más bien, o si quieren una mancha simple, en el corazón de todos.

Una mancha simple, pero no hay culpa, por supuesto, en todo aquello.

Disculpen que lo repita, pero lo cierto es que hoy mis palabras son confusas.

No soy como Bergman, digamos, ni pretendo serlo.

Soy uno más, simplemente, en una lista, que alguien oculta de mis ojos.

Bienaventurados sean los que comprenden, sin necesidad de decir más.

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