viernes, 25 de diciembre de 2020

Fuiste a comprar zapatos nuevos.


I. 

Fuiste a comprar zapatos nuevos. 

Observaste en vitrinas alguna posibilidad. 

Entraste a tiendas. 

Consultaste precios. 

Te probaste dos o tres pares antes de tomar la decisión final. 

Escogiste finalmente e informaste al vendedor. 

Pagaste tu compra y ahora llevas tus zapatos. 

En una caja, los llevas. 

Ya en casa los sacas y los pones sobre una mesa. 

Te sientas frente a ellos. 

Los observas. 

En silencio, los observas. 

No te inquietes. 

No exijo nada en esta historia. 

Tus acciones son correctas. 

No te juzgo. 

Tu silencio no incomoda. 

No había nada qué decir. 


II. 

A pesar de todo no estás cómodo. 

Permaneces algo inquieto. 

Como si hubieses olvidado algo de importancia. 

A veces te ocurre. 

Esa inquietud, me refiero. 

Entonces haces listas. 

Enumeras acciones. 

Cosas. 

Sensaciones. 

Repasas el día y lo almacenas en cajas. 

Buscas que nada quede fuera. 

El despertar. 

Las acciones rutinarias. 

Luego un hecho central. 

Fuiste a comprar zapatos nuevos, te dices. 

Recuerdas que los dejaste así, sobre la mesa. 

No sabes por qué. 

Tampoco sabes dónde irás, con esos zapatos. 


III. 

Ahora intentas dormir. 

Hace calor en la habitación. 

Estás cansado. 

Poco a poco se nubla la consciencia. 

Todo se reduce a imágenes. 

A frases, incluso, aparentemente inconexas. 

Creas secuencias, de esta forma, mientras avanza la noche. 

Imágenes dentro de otras, como si así se protegieran. 

Como un corazón en una caja. 

Todo se revela así mientras se acerca la mañana. 

Al interior de los zapatos tus pies. 

Al interior del alma una tijera. 

Esas palabras almacenas. 

Te quedas frente a ellas mientras acaba la noche. 

La luz te hace ruido en los ojos.

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