miércoles, 16 de diciembre de 2020

Otro nombre.



Quería cambiar de nombre, como Hokusai. 

Renunciar a lo que era, digamos, y partir de cero. 

Comenzar un nuevo estilo, deshacerse incluso de una fama previa. 

Eso era lo que quería, al menos, cuando anunció lo de cambiar su nombre. 

Y para explicarlo contaba la historia de Hokusai. 

O parte de su historia, más bien, aunque casi nada de ello sirviese para explicar mejor su caso. 

Y es que él no tenía, por ejemplo -a diferencia de Hokusai-, ningún tipo de fama previa. 

Ni fama previa, ni talento conocido, ni siquiera la voluntad para cambiar nada que no fuera su propio nombre. 

Así, como no era alguien definido, todo se limitó a llamarlo de forma distinta. 

Él siguió siendo el mismo, me refiero, o más bien, siguió manteniéndose dentro de sus bordes. 

Desdibujado. 

Carente de color y forma definida. 

Quería renunciar a lo que era y resultó que no era nada. 

Era un nombre que fue reemplazado. 

Un sonido que cambió por otro. 

Una renovación tipográfica, incluso, vista a la distancia. 

¿Qué ocurrirá?

Su nombre antiguo y su nuevo nombre se perderán en el tiempo. 

Se perderá su intención. 

Su insensatez. 

Su falta de talento, de convicción y de voluntad para lograr lo que se propuso. 

Quedará, tal vez, la historia de Hokusai. 

Otro nombre.

Hokusai.

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