sábado, 26 de diciembre de 2020

Mal vendido.


I. 

Adornaron el lugar. Lo limpiaron, ordenaron y luego comenzaron a poner adornos. Globos, mayormente, fue lo que pusieron. O lo que destacó más. De varios colores y tamaños, los globos fueron puestos en distintas posiciones. Formaron una pequeña comisión, para hacerlo. Siete personas en total. Tres inflando y amarrando. Tres ubicándolos en distintos sitios y asegurando su ubicación. Uno supervisando y diseñando, de cierta forma, los lugares donde debían ubicarse. 


II. 

Yo estuve entre los que inflaban. No era algo predefinido e incluso había una máquina para hacerlo, pero lo cierto es falló a último momento. Eso descolocó a todos, por supuesto. En mi caso, ni siquiera sabía hacerles un nudo para que no se les saliera el aire. Por lo menos, inflaba más rápido que los otros y ellos me apoyaron con eso. Además, de esta forma descansaban un poco. Pasaron así tres horas y luego cuatro. No dejaban de traer más globos y yo no sabía para qué más. Simplemente inflaba y entregaba. Esa era mi labor. 


III. 

Dejé de inflar cuando se acabaron los globos. Me pidieron entonces que ayudara a colgar algunos, en el lugar. No era mi labor, pero lo hice. Supongo que por no discutir… no sé muy bien, en realidad. De todas formas, no me sentí cansado hasta que finalizó el trabajo, cuando llegué a casa y me tendí en la cama. Tuve fiebre, supongo. Mareos. Imaginaba globos por todas partes mientras las cosas daban vueltas, a mi alrededor. Me sentía vaciado, supongo. Seco. Vacío, incluso. No es que en los globos hubiese “algo mío”, pero era al menos algo que había pasado por mí. Sentí que me había vendido, de cierta forma. Mal vendido. 

Nunca quise pensar, por cierto, qué paso con esos globos.

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