martes, 14 de agosto de 2012

Un hombre en una trampa.


Si un hombre fuera un ratón uno nunca podría atraparlo en una trampa para ratones. Y es que un hombre siempre quiere ser algo distinto a lo que es y hasta suele actuar conforme a ese deseo, olvidándose de su naturaleza.

Aún así, alguien podría objetar que si un hombre fuese un ratón, no tendría por qué seguir queriendo lo que quiere un hombre, pues ya habría dejado de serlo, al pasar a ser ratón.

Sin embargo, más allá de lo superficialmente lógica que pueda parecernos esta afirmación, lo cierto es que el deseo de ser algo distinto a lo que se es, sobrevive en el hombre más allá de la forma de existencia que este tome.

Lo anterior, debido a que ese deseo primario no responde, como podríamos creer, al deseo de un cambio, sino más bien a la necesidad de un descubrimiento.

Ahora bien, ¿qué es lo que el hombre quiere descubrir, finalmente?

Sencillo: el hombre quiere descubrir que es distinto a lo que es.

Y es que la necesidad de descubrirnos como algo que excede nuestra actual forma de existencia, puede conducir al hombre al encuentro de su verdadero ser, y hasta a la manifestación última de sus verdaderas creencias.

(La necesidad de descubrirnos y no necesariamente el descubrirnos, aclaro, antes de terminar).

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