Con poco viven los aldeanos.
No sé si están conformes, pero no alegan.
Así, de vez en cuando, miran hacia el castillo
cuando se llevan sus cosechas.
Algunos, incluso, las han cargado hasta la misma
puerta, sin emitir palabra.
Con todo, es difícil poder nombrar aquello que
sienten los aldeanos por aquel castillo.
Porque claro, es fácil sentir rabia por los
hombres, o por los abusos, o simplemente por el hambre, pero resulta extraño
comenzar a odiar realmente a un castillo.
Porque… ¿cómo se odia a un castillo?
O más bien, ¿qué puede el odio chiquito de un
aldeano contra el castillo que se yergue en la distancia…?
Ahora bien, acepto que es posible que el aldeano no
lo piense de esta forma, pero creo que de cierto modo lo intuye.
Después de todo, ¿no es odiar el castillo, un poco
como odiar la vida, cuando no se comprende…?
Por eso, me gusta imaginar al aldeano mirar cómo se
quema el castillo.
De pie, junto a sus pequeñas pertenencias, en
silencio…
¿Qué siente el aldeano cuando ve el castillo en
llamas?
¿Será en cierta medida un atisbo de justicia?
¿O sentirá algo cercano al miedo, porque debe
empezar a administrar su libertad y hacerse cargo de su propia felicidad…?
Pues bien... si me preguntan a mí, lo cierto es que no tengo ni la más mínima certeza.
Lo que sé, simplemente, es que el castillo sigue en llamas y nadie se mueve de su sitio.
(Eso sucede cuando no se comprende).
Sin duda es la introyección cegadora. Pero si lo vieran, más y por sobre el sentido de justicia, imagino que sentirían libertad.
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