-Señor –dijo la mujer-, quisiera reclamarle pues acabo
de enviar a mi hijo a comprar a este lugar y él ha llegado a casa con una botella
vacía.
-¿Con una botella vacía?
-Así es. Lo he enviado a comprar precisamente a
este negocio y él ha llegado a casa con una botella vacía.
-Pues sinceramente no lo entiendo –dijo el
vendedor-, yo no recuerdo haber vendido nada en estos últimos minutos, ni mucho
menos una botella vacía.
-Es que no fue hace pocos minutos –dijo la mujer-,
ya de esto hace bastante tiempo…
-¿A qué se refiere usted con bastante tiempo?
-Creo que no necesito explicar eso, señor… de
hecho, el que me debe una explicación es usted.
-¿Yo?
-Claro… ¿no encuentra que es prácticamente una
afrenta enviar con mi hijo una botella vacía?
-¡Pero si conmigo lo hacen todo el tiempo…!
-¡Pero usted es un vendedor!- Exclamó airada la mujer-.
¡Usted está acá para llenar lo vacío! ¿Qué sentido tendría enviarle a usted
enviarle botellas llenas?
-Pues quizá para mí, al menos, tendría sentido…
-¡Mentiras…! Usted lo que quiere hacer es simplemente
ofenderme, como si quisiera decirme que no merezco nada lleno… o que mi misma
casa está vacía…
-Enreda usted las cosas, señora… yo no tendría esa
intención…
-¡Claro que la tendría… y la tuvo…! ¡No venga a
tratarme a mí también como a esa botella…!
-Pero…
-Lo que pasa es que usted da por hecho que es aquí
el más importante… todo porque tiene el monopolio de las botellas llenas…
-Señora –interrumpió entonces el vendedor-, creo
que no tiene sentido alargar esta conversación, así que tendré que pedirle que
abandone este local si no presenta pruebas de su acusación…
-¿Y cree usted que he venido sin pruebas…?
-Pues yo no veo ninguna.
-Ya la verá… -la mujer salió hasta la puerta del
local y comenzó a gritar- ¡Hijo…! ¡Hijo…! Ven acá y trae la botella.
Entonces entró al negocio un niño, que
efectivamente traía una botella.
-¡Lo ve…! ¡Lo ve…! –exclamó la señora-. Esta
botella está vacía.
-¿Cuál botella señora? –preguntó el vendedor.
-¡Esta…! –exclamó la mujer- ¿Acaso no la ve?
-Ese es el niño, señora…
-¿El niño?
-Claro… fíjese bien usted… dígale que hable…
La mujer miraba incrédula, ajustándose los lentes.
-Hola mamá –dijo entonces el niño.
-Lo ve –dijo satisfecho el vendedor-. Asunto
resuelto. La botella está llena y su hijo está vacío.
-Pero… -intentó decir la mamá.
-Nada, no se preocupe… -agregó el vendedor con un
tono más condescendiente-, piense que la botella está llena y no se haga más
problemas…
-Tiene razón, -dijo la mujer-. Creo que me dejé
llevar esta vez… lo lamento…
-No se excuse -dijo por último el vendedor-, a todo
nos pasa… errar es humano…
Y claro, fue así que yo, que también estaba en el
local, pensé que errar es prácticamente lo único humano, que nos va
quedando.
-¿Qué va a querer usted? –me dijo entonces el
vendedor, percatándose de mi presencia.
-Nada por el momento-, le respondí.
Acabo de releer esta entrada que escribí ayer, semi dormido, y no me había percatado que estaba tan mal escrita (es cierto que hay varias, pero aprovecho al menos de disculparme de esta y de varias que en estos días me han dejado al menos "poco conforme").
ResponderEliminarPor lo anterior, si usted deseaba dejar un comentario, cosa que dudo, le pido por favor castigarme con su indiferencia.
Con eso estaré pagado.