“En la falla del saber está
la oportunidad de la comprensión”
Otto Wingarden.
Un hombre va al psiquiatra y le dice al doctor que se
encuentra desesperado, ya que está seguro que no puede morir.
-Pero ¿lo ha comprobado? –pregunta el doctor.
-No necesito comprobarlo –contesta el hombre-. Lo
sé.
El doctor guarda silencio y lo invita a hablar.
-Hasta el momento lo he conversado con numerosos
doctores, pero todos intentan convencerme de que estoy equivocado, y que voy a
morir… irremediablemente.
-¿Y eso no lo tranquiliza? –pregunta el doctor.
-Por supuesto que no… ¿cómo pueden estar ellos
seguro de lo que me va a ocurrir…?
-Pero eso le sucede a todos los hombres –insiste el
doctor-. Es decir, no hay ninguno de la especie que no haya muerto… ¿no lo
entiende?
-Yo no he muerto, doctor.
-Claro… o sea, no me refiero a los vivos… pero al menos
si usted se reconoce como perteneciente a un género, a una especie, tendrá que
admitir…
-Usted no entiende, doctor –interrumpe el hombre-.
¿Cómo podría ser que otros tengan una certeza mayor que la mía respecto al
final de mi propia existencia?
-Es que no se trata de su existencia –intenta explicar
el doctor-. Es la existencia de todos… no puede ser que uno de todos tenga un fin distinto al que tienen los demás…
-¿Por qué no, doctor?
-Porque no es lógico. Debiese bastarle con eso… hay
normas generales, masivas… la vida funciona de esa forma.
-Es que usted no entiende doctor… usted repite lo
que todos… pero nadie puede comprobármelo.
El hombre se impacienta.
- Yo no voy a morir… estoy seguro de ello…
-Cálmese, hombre… -dice entonces el doctor-.
Tómeselo con calma… ¿acaso no es hasta mejor pensar que no se va a morir? ¿No
es eso a lo que aspiran todos?
-¡Es terrible, doctor…! –grita el hombre-. ¿No lo
comprende…? ¿Cree usted que es soportable la vida así sabiendo que no tiene un
término…?
-¿Y qué es lo que necesita, entonces? ¿Qué es lo
que busca en esta consulta?
-Busco fe, doctor…
-Pues esto no es una iglesia, esto…
-¡No necesito una iglesia! –vuelve a interrumpir el
hombre-. Las iglesias justamente impulsan a tener fe en la vida eterna… y yo ya
tengo certeza de eso… yo quiero que me enseñen la fe en la muerte…
-¿Qué quiere decir con eso? –pregunta el doctor.
-Fe en la muerte… ¿no lo entiende? La muerte es un
acto de fe, doctor… es algo que no podemos comprobar por nosotros mismos…
nuestra propia muerte, me refiero…
El hombre camina por la consulta, desesperado.
-¡Uno está condenado a estar vivo, doctor! –sigue el
hombre-. Y si uno está condenado a la vida, la vida misma pierde todo sentido…
-¿Puede sentarse nuevamente y explicármelo con
calma? –pide el doctor.
-Lo haría, pero usted no comprende, doctor –dice el
hombre-. Usted piensa que va a morir y juega a entristecerse, pero en el fondo
eso lo tranquiliza… es decir, no es necesario que usted haga algo más, porque
claro… usted va a morir… ¿pero qué pasa conmigo, que no voy a hacerlo…?
El hombre comienza a sollozar.
-Todo es tan inútil, doctor… ¿no lo ha pensado
usted? –agrega, luego de un rato-. Me refiero a las preguntas que uno hace,
doctor… ¿no ha pensado que en el fondo existe solo una respuesta para todas las
preguntas? Y que esa respuestas es de hecho la base de las preguntas… que
existe primero que ellas, me refiero…
-Le voy a pedir nuevamente que se siente –interrumpe
el doctor, pero el hombre parece no escucharlo.
-Es como una respuesta que sentimos, ¿no cree? O
sea, una respuesta que no podemos expresar… que intuimos, por eso preguntamos…
para insistir en eso… es la única forma de acercarnos a esa respuesta…
-…
-¿Acaso no lo entiende…? Se trata de una sola
respuesta porque como no es decible tampoco puede dividirse, y entonces sigue
siendo siempre una sola cosa…
-Disculpe… -volvió a decir el doctor-. Sinceramente
me pierdo en lo que dice y…
-…una sola cosa –sigue el hombre, sin prestar
atención-, una sola porque no hay signos… ¡Y esa cosa está dentro de nosotros,
doctor…! ¡Por eso la respuesta para todos está al interior de cada uno…!
-…
-De hecho, ni siquiera es el interior… ¡es el fondo
del interior de cada uno! ¿Ha tirado usted una piedra al interior de un pozo,
doctor…? Pues es igual… solo que acá lo que lanza es la pregunta… y claro, como
es un pozo hondísimo a veces nos cansamos de no escuchar tocar el fondo, y nos
rendimos… pero justo en ese momento se llega al fondo… ¡es decir, es el largo
de nuestra creencia el que le da la profundidad de nuestra pregunta…!
-Señor, si no se calma tendré que llamar a los
enfermeros… -amenaza el doctor.
-…y ese mismo largo es el que da forma y tamaño a
nuestra interioridad… ¡Indica lo que contenemos…!
El hombre siguió entonces hablando incoherencias, mostrándose
cada vez más exaltado, por lo que el doctor se vio en la necesidad de llamar a
los enfermeros, para que lo sedaran.
Minutos después, ya sedado y dormido en la consulta,
el cuerpo del hombre no parecía más que un bulto.
-Sáquenlo de aquí –pidió entonces el doctor, a los
enfermeros.
Luego, sin más, llamó al próximo paciente.
Antes tenía miedo de que el pozo no tuviera profundidad, hoy tengo miedo de que el pozo no sea tan profundo como en algún momento pensé que sería...
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