jueves, 16 de agosto de 2012

Cocinando con Vian.


“-Se me ocurre ahora mismo que no estaría mal
 que miráramos ese tipo de cuestiones
con un poco más de afecto.”
H. M.


Un día estaba cocinando ostras.

Me las habían traído de regalo dos amigos
que fueron a  trabajar de garzones
para un evento en la embajada de Japón.

Por entonces yo solía cocinar bastante
y ellos habían venido con las ostras
para que yo hiciera unas salsas
a partir, principalmente, de brotes,
calabacines, y limón.

Así, fue pasando el tiempo
y mientras cocinaba
(a fuego lento porque también había agregado
un poco de licor de arroz
y un mínimo toque de jengibre)
ellos me contaron que en la embajada de Japón
estaba de paso
un hermoso grabado de Utamaro.

Así, mientras ellos intentaban
describir el grabado,
y considerando la gran cantidad de ostras
que habían traído,
comencé a picar cilantro,
machaqué un diente de ajo,
añadí tomates que pasé brevemente por el sartén
y agregué pimienta.

Al mismo tiempo, además,
separé unas otras que estaban fuera de sus conchas
y las doré mínimamente en mantequilla.

Mis amigos, en tanto,
comentaban que el grabado era uno de esos
que habían llevado a la fama a Utamaro
y que había sido el centro de la atención
de aquella reunión en la embajada.

Se parecía un poco al que tenías
impreso en una polera blanca,
me dijeron.

Y yo recordé…

Por último,
fue el turno de preparar el vino
y fijar la temperatura exacta
para servir las ostras.

...

Utamaro murió a los 53 años,
prácticamente abandonado,
en Tokio.

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