“-Y sin embargo -repuso Carlota-, te
aseguro
que en muchos casos es necesario
y desde luego mucho mejor,
escribir no diciendo nada, que no
escribir.”
Goethe, Las afinidades electivas.
Te equivocas, Carlota.
Te equivocas rotundamente.
Y extrañamente te lo dice alguien que ha sido
acusado en varias oportunidades de elegir la opción que tú propones.
Aunque claro, yo doy fe que no es así.
¿Sabes…? Quizá no viene al caso, pero me acordé de
algo que dijo hace ya bastante tiempo Flannery O´Connor. No recuerdo bien la situación
exacta, pero al parecer alguien la estaba acusando de no escribir historias que
llegaran al corazón. Así, en respuesta, Flannery le contestó que quizá eran ellos
mismos, quienes tenían el corazón en el lugar equivocado.
Ahora bien, Carlota, no creas que te cuento esto
pensando en que tú tengas el corazón en el lugar equivocado… pero lo cierto es
que hay algo en esa anécdota que suele perturbarme, casi tanto como tu frase.
De hecho, creo que es algo que colinda con tus
palabras, de cierta forma.
Porque bueno… escribir sin decir nada debe ser casi
como escribir sin corazón. O con uno en el lugar equivocado, como decía la O,Connor.
Así, finalmente, resulta que me han quedado dando
vueltas tus palabras… vueltas que me produjeron, luego, algo que bien podría
llamar angustia.
Y es que resulta peligroso gastarse la vida de esa
forma, Carlota. Triste y peligroso, más bien...
Porque las palabras también se gastan, Carlota… y
se les va el sabor igualito que a los chicles… y luego ya no hay cómo hablar
del mundo, con verdadero afecto.
Por eso te equivocas, Carlota.
Porque el valor se lo damos a las cosas, nosotros mismos.
Y eso nos enriquece.
Me ha encantado el diálogo que has entablado con esa tal Carlota que de sabia no tiene nada jajaj. Concuerdo contigo, al escribir dejamos la piel y tecleamos con la esencia de nuestros momentos. Un beso chileno(:
ResponderEliminarGracias. Saludos.
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