martes, 3 de diciembre de 2024

Cuando salgo con tres objetos, vuelvo a casa con dos.


Cuando salgo con tres objetos, vuelvo a casa con dos.

Eso si es que vuelvo a casa.

Esto lo sé por el número únicamente, pues lo cierto es que olvido por completo el objeto perdido.

De hecho, suelo olvidar también, en esas ocasiones, la finalidad con la cual he salido de casa.

Dicho de esta forma, podría incluso suponer que la finalidad es lo que he olvidado, pero esta finalidad -obviamente-, no puede ser considerada como un objeto.

Por lo mismo, pensar de esta forma bien podría considerarse como algo poco honesto de mi parte.

Y eso me ofende, por supuesto.

Así, ofendido, he pensado cómo solucionar esto y he numerado los objetos, por ejemplo.

Me refiero a que los marco con un plumón o les pego una especie de etiqueta con un número.

Lo único que he comprobado a partir de esto es que suelo perder uno de los objetos con número impar.

No me pregunten por qué.

Otra cosa que recuerdo haber hecho es hacer listas antes de salir, parra comprobar después cuál ha sido el objeto perdido.

Lamentablemente -y de forma inexplicable, ciertamente-, estas listas suelen desaparecer cuando regreso a casa.

Eso si es que regreso, como decía en un inicio.

Así, en definitiva, es como voy extraviando mis cosas.

Y así, también, es como me detengo a pensar en aquellas pérdidas.

Igual como Aurelia se le perdió a Nerval, pienso ahora.

Sí, es cierto.

Así mismito.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Aunque no haya dientes hay encías.


I.

Aunque no haya dientes hay encías.

Antes y después del diente, las hay.

Pero confiamos demasiado en el diente, simplemente por ser diente.

Pero entonces el tiempo, por supuesto.

Pero entonces el tiempo, decía.

Y ya ves.


II.

Todo en mí son encías.

Y orgulloso estoy de mí, de que así sea.

Quien observa no sabe, pero yo sí sé.

¿De qué forma sé?

Sé de la forma en que saben las encías.

No son muñones, por cierto, aunque lo parezcan.

No lo son.


III.

Corazón encía.

Sí… un corazón encía que late dentro de otra encía.

Así lo ves: se trasluce el hueso, tras la carne.

Y con eso, ciertamente, observamos lo que no es.

Nos fijamos, más bien, en eso.

Adoramos al dios equivocado.

Jugamos a ponerle un nombre.

Y atendemos erróneamente el llamado de nadie.


IV.

¿Qué hice entonces yo para evitar aquello?

Sencillo: tomé el camino más corto y arranqué mis propios dientes.

Todos y cada uno los arranqué.

Y claro, poco a poco me fui volviendo encía.

Que la carne cubra al hueso, me dije.

Pero no quisieron escuchar.

Lo que prefieren es andar con la muerte afuera.

¡Aunque no haya dientes hay encías!, les grité.

Pero entonces el tiempo.

domingo, 1 de diciembre de 2024

Hacia dónde me dirijo.


Sueño que voy caminando, apurado, aunque no sé bien hacia dónde me dirijo.

No reconozco el lugar, pero podría decirse que son los pasillos de un mall, por los que camino junto a otras personas.

Entonces escucho que alguien me grita, desde lejos.

¡Oiga…! Se le desprendió la retina.

Sí, igual como si me dijeran que se me cayó algo del bolsillo o que olvidé algo en algún sitio, solo que esta vez se trata del desprendimiento de una retina.

Y claro, yo no me sorprendo (porque estoy en un sueño) y en cambio agradezco levantando una mano y me detengo para buscar por el piso, por si la retina hubiese caído.

Mientras busco, comprendo que la que se desprendió fue la del ojo derecho pues con el izquierdo veo a la perfección.

Con el derecho, en cambio, solo distingo luces y manchas.

Tras buscar durante un rato encuentro la retina, que en el sueño es similar a un lente de contacto.

La enjuago con un poco de agua mineral que traía en una botella y me la coloco de nuevo.

Calza a la perfección.

Lo que no coincide, sin embargo, es lo que veo por ese ojo.

Y es que entonces descubro que por cada ojo estoy viendo cosas distintas.

Me puse la retina de alguien más, me digo entonces, al interior del sueño.

Juego entonces a taparme uno u otro ojo para comprender un poco qué me pasa.

Me entretengo tango que luego de un rato olvido cuál era el mío, en un principio.

¿Cuál principio?, me digo entonces, casi con otra voz.

Justo cuando voy a responder, me despierto.

No sé bien hacia dónde me dirijo.

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales