domingo, 29 de diciembre de 2024

Algo que no entiendo.


Vienes acá y dices algo que no entiendo.

Luego esperas un momento, sin decir palabra.

Estás inquieta, observo, como si la comprensión estuviese por llegar.

Si quieres puedo darte algún ejemplo, agregas.

Yo asiento.

Tú hablas entonces sobre un bosque.

O sobre niños perdidos en un bosque.

Lo cierto es que no comprendo bien de qué me hablas.

Es mi culpa, digo entonces.

No sé qué me ocurre, me disculpo, pero no logro comprender.

Tras decirlo, me reconozco pusilánime.

Me avergüenzo incluso de haberme rendido antes de tiempo.

Pero hoy, al menos, carezco de voluntad.

Ojos en los ojos, dice ella, entonces, como si pronunciase una sentencia.

Voluntad en la voluntad.

La observo mientras habla y me olvido de quién soy.

Ella se acerca.

Todo es borroso, de cierta forma.

Como una imagen desenfocada.

Las manos de las manos que se acarician a sí mismas, me digo, mientras envejezco.

Tal vez se reconozcan, dice ella, antes de acariciar.

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