I.
Frío hombres pequeños en una sartén.
Una docena al menos pues tengo invitados.
Pico cebolla y otras verduras y se las agrego cuando ya están crujientes.
Luego un poco de salsa de soya y vino blanco para disimular el mal sabor de algunos.
Y es que siempre, de cada doce, salen uno o dos medio podridos.
II.
La primera vez que preparé hombrecitos fritos sentí un poco de pena.
Y es que chillan un poco cuando el aceite entra en calor.
De hecho, hay que preocuparse que la sartén tengo un poco de altura pues hay veces que intentan arrancarse.
Por suerte no se entienden sus palabras pues dicen que son similares a las de nosotros.
Y uno, claro está, no debiese subestimar su poder de convencimiento.
III.
De todas formas, aclaro que los ojos llorosos, son únicamente debido a la cebolla.
Todo lo demás son observaciones generales, que hace mucho tiempo me han dejado de afectar.
Antes, cuando creía en otras cosas, probablemente los habría dejado con vida.
Estoy seguro, sin embargo, que ellos (los hombrecitos) no habrían sabido qué hacer con ella.
Así que, pensándolo de esa forma, puede que incluso les esté haciendo un favor.
(…)
Ya están, parece… disculpen la charla.
Pueden pasar a la mesa.
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