I.
-Si aquí hubiese mar y ahí arena -me dijo-, esto seguramente parecería una playa.
-Ya -dije yo.
Luego tomó una servilleta e hizo unos trazos en ella.
Me la entregó.
-Como ves -agregó, como si se tratase de una sentencia importante-: uno no es parte de esa ecuación.
Observé la servilleta y los signos que había en ella.
Pensé en decirle que Schopenhauer no estaría de acuerdo, pero preferí callar.
-De todas formas, ten en cuenta que dije “parecería” y no “sería” -aclaró.
Yo asentí.
Por un momento pensé en pedirle que me aclarara lo de “ahí” y lo de “aquí”, pero no lo hice.
Igualmente, si se lo hubiese pedido, habría sido únicamente por joder.
II.
Tal vez porque no boté esa servilleta soñé esa misma noche con una playa.
O no sé, realmente, si era una playa, pero sé que al menos había arena y mar, en el sueño.
A veces tenía los pies enterrados en la arena y a veces tenía los pies ocultos bajo el agua.
Lo importante, en todo caso, era que no estaban a la vista.
Y que de cierta forma estaban enterrados.
Si no caminas, me dije, no son pies.
Esto me lo dije, obviamente, al interior del sueño.
Ya de mañana busqué la servilleta, la arrugué y la boté, junto a otras basuras.
Casi he olvidado aquel asunto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario