viernes, 29 de diciembre de 2023

Un último regalo.


I.

-Su último regalo fue un cubo Rubik de un solo color -me dijo.

-¿Te refieres a que el cubo tenía cada una de las caras del mismo tono? -pregunté.

-Exacto -contestó.

Luego hizo una pausa.

Parecía esperar que yo agregara algo, pero no sentía que hubiese algo para decir.

-No supe si enojarme o agradecerle -agregó después de unos segundos-. ¿Qué crees tú que significaba?

-No sé -le dije-. Pero lo bueno es que hagas lo que hagas el cubo siempre estará en la posición correcta.

-No sé -dijo-. También puede estar en una incorrecta y no saberlo…

-Es otra forma de verlo -acepté.

-No sé… -volvió a decir ella-. Realmente no lo sé.


II.

Al otro día, en la mañana, vi que sobre el velador tenía el cubo Rubik.

Ella seguía durmiendo, pero yo debía irme pronto pues tenía un pasaje a mi nombre que debía utilizar.

Traté de hacer un poco de ruido para ver si se despertaba y alcanzar a despedirme, pero no lo hizo.

Por lo mismo, me conformé con escribir una nota en un papel, que dejé apoyado bajo el peso del cubo.

El color de las caras del cubo era calipso.

Exactamente igual en cada una de sus caras.

Antes de cerrar la puerta, me fijé que la luz del sol entraba por una de las ventanas y daba justo sobre el cubo y sobre mi nota.

Por un momento pensé en ir por lo que había escrito y llevármelo, simplemente, pues así todo sería más fácil.

O podría serlo, al menos.

De todas formas, finalmente, no lo hice.

En cambio, cerré la puerta despacio, para no despertarla.

Nunca supe, por cierto, si lo hizo.

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