domingo, 10 de diciembre de 2023

Se obsesionó con el dolor (una pequeña anécdota)


Se obsesionó con el dolor.

Según decía, lo había sufrido durante años.

No de una forma común, por cierto, sino de una manera distinta a la que, supuestamente, lo sufrimos todos.

O así, al menos, lo explicaba ella.

Nos contaba que, innumerables veces, fue al doctor.

Así, desde pequeña, había tenido largos e infructuosos tratamientos.

Esto ocurrió hasta que, por fin, le recetaron una droga tan fuerte que le evitó seguir sintiendo el dolor.

De un momento a otro le produjo aquel efecto.

Eso se tradujo en un cambio total de vida, según nos dijo.

Y todo pareció entonces estar bien.

O al menos volver, de cierta forma, al lugar correcto.

Sin embargo, fue pasando el tiempo.

Y así, con el pasar de los meses, ella se sorprendió cuestionando la efectividad de esa droga.

Y es que, si bien ya no sentía dolor, se obsesionó pensando en que el dolor seguía estando y que las pastillas solo le ayudaban a no sentirlo.

Solo lo estoy ignorando.

He dejado de sentirlo, pero el dolor sigue ahí.

Así nos lo dijo una y mil veces en aquel entonces.

Nosotros intentábamos decirle que el dolor no existía fuera de uno.

Que si no sentíamos dejaba de ser dolor y que todo, de cierta forma, estaba solucionado.

Ella, por su parte, no nos escuchaba en lo absoluto y poco después dejó, simplemente, de tomar aquella droga.

Volvió entonces a quejarse sobre su dolor, pero su reclamo tenía ahora un dejo distinto.

Era como la queja de una madre ante un hijo que le trae problemas.

Aun así, siguió obsesionada con el tema del dolor.

Pero ahora, su dolor nos parecía un poco más soportable y parecido al nuestro.

Eso, por cierto, terminó por tranquilizarnos a todos.

De hecho, solo lo cuento ahora, como una pequeña anécdota.

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