miércoles, 20 de diciembre de 2023

Mudas vacías.


Junto a las piedras había una serie de objetos que me parecieron cortezas, restos de algo seco, como hojas de choclo.

-Son mudas -me dijeron- mudas vacías.

Como no entendí a qué se referían me explicaron que las mudas eran pieles de algunos animales…

-Las pieles que han dejado atrás, las que abandonan al renovarlas -me dijeron.

En este caso, se trataba de mudas de iguana.

Estábamos en México, cerca de Tulum, y yo me había retirado de los sectores más concurridos y había dado entonces con aquel lugar.

Ya llevaba un buen rato ahí, observando aquellas mudas, cuando llegaron dos hombres que me explicaron aquello.

Al parecer, se trataba de un lugar especial, que las iguanas habían escogido por sí solas para cambiar de piel.

Uno al que no solían llegar los visitantes, quienes preferían recorrer las ruinas o disfrutar los sectores de la playa.

-Igual no saca nada con estar aquí -me dijo uno de los hombres-. No es que sea un mal lugar ni que esté prohibido, pero solo encontrará aquí mudas vacías.

El otro hombre asintió en silencio.

-Quiero decir que no nace nada de las mudas vacías -agregó el primero-. Son solo lo que son… y ni siquiera eso. Son lo que fueron, más bien.

-Solo la vida de una muda vacía puede nacer de una muda vacía. -completó el otro, con un tono que no admitía respuesta.

Yo dejé pasar unos segundos.

-Igual quisiera estar unos minutos más y luego me regreso -les dije a los hombres- ¿Puedo?

-Claro -me dijeron-. Puede quedarse aquí cuanto quiera.

Luego nos despedimos amablemente y los vi alejarse ladera abajo.

Yo, por mi parte, me quedé bastante más que un par de minutos y hasta dormí esa noche en aquel lugar.

No cambié la piel ni tuve ningún tipo de renovación trascendente, pero sentí de igual forma que había hecho algo necesario.

Según recuerdo, llovió un poquito justo antes de amanecer, mientras me alejaba del lugar.

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