viernes, 8 de diciembre de 2023

Un cementerio nuevo.


Es extraño cómo se inaugura un cementerio. Cómo se prepara, me refiero, para recibir a los primeros compradores y de qué forma comienzan a enterrase en él los primeros muertos.

Me enteré de esto ya que la novia de un amigo trabajaba en ello. De hecho, era la principal encargada del diseño de un cementerio y de la “puesta a punto” para que este comenzara a funcionar. Fue así que me enteré de las tumbas falsas.

-Sin tumbas no es un cementerio -me dijo-. Es solo un terreno con pasto y unos arbolitos… Por eso hay que poner unas cuantas tumbas falsas. Lápidas falsas en realidad, para que atraigan a los compradores, y sepan más o menos cómo se verán luego en aquel lugar.

-¿Como las casas piloto? -pregunté.

-Exacto -me dijo.

Semanas después -aunque no sabría explicar cómo ocurrió, exactamente-, terminé escribiendo frases para las lápidas falsas. Incluso los nombres y las fechas que en ellas aparecían.

-Deben parecer reales -me advirtieron-. Serias. No demasiado trágicas, pero sí solemnes. Trata de utilizar apellidos distinguidos o extranjeros… ya sabes… le da más distinción a nuestro cementerio.

Así lo hice.

No fue un trabajo propiamente tal porque no me pagaron por ello, pero al menos captó mi interés por aquel entonces.

Incluso, durante algunos años (el cementerio quedaba cerca de un colegio donde trabajaba en ese entonces), recuerdo haber pasado a visitar el sector con las lápidas de cuyos muertos yo era el responsable, y quedarme un rato junto a ellas.

Hoy, sin embargo, supongo que el sector ya ha sido utilizado con muertos reales, y las lápidas falsas deben haber sido removidas.

-¿Por qué les dices lápidas falsas? -me preguntó un amigo a quien le contaba hace unos días sobre esto.

-Porque lo son -le dije-. Son tan falsas como todas.

Luego de decirlo, me quedé pensando un poco en mi respuesta, hasta que le encontré un sentido.

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