domingo, 30 de julio de 2023

Ella y yo hablamos largo rato.


Ella y yo hablamos largo rato.

Era una conversación agradable, pero sentía igualmente que ocurría algo extraño.

Cierto tono en sus palabras, el tipo de preguntas que hacía… algo había en todo eso que no me resultaba familiar.

Nada concreto, en todo caso.

Por eso no se lo decía.

Ya entrada la noche descubrí que, desde un inicio, ella me había confundido con un sacerdote.

Le pregunté si acaso se me transparentaba la castidad.

Ella dijo que no, que no era eso.

Que más bien se trataba de mis ropas.

Me miré entonces, pero no vi nada en particular.

No llevaba sotana, por supuesto, ni tampoco un sayal, como los franciscanos.

Ella explicó entonces que no era que llevase ropas de sacerdote, sino que vestía como un sacerdote disfrazado de civil.

No un sacerdote de civil, recalcó, sino un sacerdote disfrazado de civil.

No la entendí, pero asentí.

Entonces bromee diciendo que tal vez ella necesitaba confesarse.

Me dijo que sí, muy seria, agregando que de hecho eso era lo que había estado haciendo.

Nos miramos.

Le dije que no podía absolverla, pero que tal vez eso fuera mejor.

Ella sonrió de forma extraña.

Se levantó.

Lentamente, comenzó a sacarse sus ropas.

La noche estaba llena de grillos mudos.

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