lunes, 3 de julio de 2023

Un Dios que flota.


En una piscina gigantesca que existe en todas partes, pero que no vemos, Dios flota de espaldas. No hace gestos. No realiza movimientos. Solo se mueve levemente por el flujo del agua. Sé que no es flujo, exactamente, pero le digo así porque no sé explicar bien el movimiento mínimo y permanente que efectúa el agua. Así está Dios, flotando en la piscina esa, inconmensurable. Hay quienes lo imaginan como una figura inflable que ha quedado olvidada, sobre el agua. Allá ellos, pero yo no imagino así. No es que lo tenga tan claro ni que pueda demostrarlo, pero algo en mí sabe que el Dios está quieto, flotando en el agua, prácticamente quieta. Mi única duda, si soy sincero, es si Dios está flotando boca arriba o boca abajo, haciéndose el muertito. Lo malo es que como Dios no sabe fingir y no se mueve, poco puedo hacer para descubrir su real estado. No puedo moverme mientras lo observo. No dirijo mi vista a sitio alguno, cuando lo observo. Cierro los ojos, de hecho, y floto a mi manera. Yo también puedo hacerlo. Sé de quietud. Sé de amor. Sé de dolor, decepciones y alegrías. Nada se olvida. Yo también puedo ser el Dios de otros, sin saberlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales