domingo, 9 de julio de 2023

Las hojas del árbol.


I.

Soñé que las hojas de árbol gritaban cuando se caían.

Sus gritos eran variados, por lo demás, y no dejaban de sorprenderme.

Ninguno parecía reflejar dolor o angustia, sino mas bien algarabía, como si se dejasen caer, voluntariamente.

¡Banzai!, gritaba alguna.

¡Allá voy!, gritaba otra.

Como el sueño seguía no tuve otra opción que reírme ante aquello.

Algunas hojas en el suelo, por cierto, también reían.


II.

Me desperté de madrugada, luego de aquel sueño.

Intentaba recordar lo que decían algunos de los gritos, pero solo me acordaba de los más básicos.

Entonces, mientras estaba despierto, en la cama, oí ruidos en la cocina.

Era extraño, pues solo yo estaba en casa.

Presté atención.

Los ruidos eran pocos y esporádicos, aunque claros.

Tal vez haya algo ahí que no quiere ser comido, me dije.

Pensé entonces en levantarme e ir a ver, pero al final no lo hice.

Volví a dormirme, en cambio.


III.

No regresé al sueño de las hojas.

O solo en parte, porque en el sueño todavía estaba el árbol.

Esta vez estaba desnudo, sin hojas.

Cuando quise buscarlas en el suelo me percaté que estaba nevando.

Y todas las hojas, por supuesto, habían quedado ocultas.

Incluso el árbol, observé, estaba cubierto de nieve.

Sin embargo, lejos de angustiarme, la sensación que transmitía aquel sueño era agradable.

Tanto así que quise quedarme ahí, en medio de la nieve, un rato más

No soy como Ulises, me dije, nadie me espera.

Se sentía como estar, tranquilamente, en una habitación banca.

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