miércoles, 5 de julio de 2023

Un matrimonio chino.


Un matrimonio chino abrió una tintorería cerca de mi casa.

Ocurrió hace tres o cuatro meses.

Resultaba extraño, pues ya casi no hay tintorerías.

Están en uno de una hilera de cuatro locales.

Los otros tres venden distintos tipos de comida rápida.

Siempre que pasas por la tienda de los chinos los puedes oír conversar.

No siempre puedes verlos, eso sí, pues suelen estar en una esquina, un poco ocultos.

En estos meses, no recuerdo nunca haber visto algún cliente en la tintorería.

Los vendedores de los otros locales comentan que la tintorería va a cerrar.

De hecho, se sorprenden que aún no lo haga pues observan que, prácticamente, no tienen ingresos.

Ninguno de los vendedores habla con el matrimonio chino.

Los saludan, eso sí, y uno de ellos contó que una vez les llevó comida gratis, pero ellos la rechazaron.

Supongo que están gastando sus ahorros, comenta uno. Pero solo están perdiendo dinero con aquel negocio. Hoy lo único que es seguro es la venta de comida.

Desde que he confirmado que les va mal he tratado de pensar cómo ayudarlos.

Pero ni siquiera tengo ropas que llevar a la tintorería.

Por otro lado, cuando los escucho conversar -siempre en chino-, no me parece que su tono revele mayores angustias o preocupaciones.

Es otra forma de gastarse la vida, simplemente, me comenta un amigo a quien le cuento del asunto.

Ya sabes -explica-, habitas la vida que te toca y luego la gastas.

No suena tan terrible de esa forma, le digo.

No vale la pena decir más.

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