domingo, 23 de julio de 2023

Una antropologa.


Poco después de salir de la universidad, conocí a una antropóloga que había vivido varios años con una tribu extraña.

Era prima de un amigo, y estaba ahora en Santiago trabajando en una tesis de doctorado donde abordaba elementos de su experiencia.

Tras conversar en un par de ocasiones, comenzamos a juntarnos. Por lo general a beber algo y a cruzar algunas ideas sobre algunos elementos y observaciones que había reunido en su etapa de investigación.

Su plan, comprendí entonces, no era solo redactar su tesis, sino realizar una serie de publicaciones -incluyendo algunos textos literarios-, para lo cuál me preguntaba algunas cosas sobre las que iba siempre tomando notas.

En principio esto me fue extraño, pero luego dejó de incomodarme y su cuaderno de apuntes pareció ser una simple extensión de ella, en la que ni siquiera fijaba mi atención.

Semanas después comenzamos a pasar la noche juntos después de esos encuentros.

Nada muy formal, en todo caso, pero supongo que nos considerábamos, de cierta forma, una pareja.

Una mañana, sin embargo, después de haber pasado una noche juntos ella dejó su cuaderno sobre la mesa en que íbamos a desayunar.

Y, sin mala intención, recuerdo que leí rápidamente un par de páginas.

Descubrí entonces que, más que observaciones para sus escritos, ella estaba tomando apuntes de mí, como si yo fuese una tribu extraña.

No sé explicar bien por qué, pero aquel descubrimiento me ofendió.

No las observaciones en sí, sino la distancia que suponían esas observaciones.

Cuando ella regresó a la mesa me notó extraño.

Tomó el cuaderno de notas y escribió algo.

Supongo que era justamente mi estado en ese instante.

-Leí algunas notas -le confesé.

Ella asintió.

-No debiste hacerlo -me dijo, poco después.

Tal vez era cierto.

Resumo contando que, desde entonces, no volvimos a vernos.

Por lo que sé, ella trabaja actualmente en una universidad en Estados Unidos, ha publicado un par de libros y hasta ha dirigido un par de documentales.

No he leído ni visto, debo confesar, ninguno de ellos.

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