sábado, 22 de julio de 2023

Frutas perfectas.


Me he dado cuenta que produce desconfianza la fruta perfecta, en la feria.

La manzana más brillante y sin daño, la naranja limpia y simétrica… el plátano que parece el modelo a seguir.

Y es que, observando, me he dado cuenta que la fruta perfecta sirve como anzuelo. Llama la atención, hace que el comprador se acerque y comience a elegir algunas… pero lo cierto es que a la fruta perfecta no terminan llevándosela.

La tocan a veces, a lo sumo.

Con cuidado, la tocan.

Pero lo cierto, es que terminan dejándola a un lado. No sé bien por qué.

Analizando lo que ocurre -sus movimientos, gestos y otras expresiones-, he llegado a concluir que la fruta perfecta les produce desconfianza.

Como si se tratase de esas frutas plásticas o de cera que se colocaban antaño, como adorno.

Así, la gente lleva fruta más común.

Fruta que puede encasillarse “dentro de la norma”, pero que no se aleja de ella.

No dañada, necesariamente, pero sí común y deja la fruta perfecta hasta prácticamente al final, junto con la más dañada.

Tras este descubrimiento, debo confesar que he ido esta vez a la feria comprando exclusivamente la fruta perfecta. Puesto por puesto.

A veces he debido comprar otras más, pues no venden por unidad, pero al menos me he llevado aquella fruta que fue mi objetivo desde un inicio.

Ya en casa, frente a las frutas perfectas, llamo a mi hijo y lo invito a que comamos alguna.

Ambos, sin embargo, nos quedamos observándolas, sin atrevernos a ir por ellas.

Tal vez más tarde, dice él.

De acuerdo, le digo.

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