domingo, 30 de abril de 2023

Carbón sintético.


I.

Carbón sintético, compré.

Un poco por probar, pues ni siquiera resultó ser más barato.

La llama era escasa.

No tenía olor a carbón.

Era de color gris y venía en cubos pequeños.

Tampoco manchaba.

El calor que desprendía, sin embargo, era intenso.

Esas eran, digamos, sus principales características.


II.

Cocinamos, por cierto, con ese carbón.

Carne no sintética, fue lo que cocinamos.

Sobre una parrilla, igualmente como hacíamos con el carbón natural.

Aunque en esta oportunidad, para ser justos, se nos presentaron algunas dificultades.

La primera, era calcular la intensidad del calor.

La segunda, era saber qué tan consumido estaba el carbón, y calcular el tiempo restante.

Y es que, por su apariencia, no podías saber si los cubos de carbón sintético estaban o no apagados.

Tampoco, además, se consumían o reducían su tamaño.

Solo perdían su calor, lentamente, hasta convertirse en cubos apagados.

De más está decir, por cierto, que no logré comprender cómo funcionan.

Solo observé lo que sucedía, y ahora doy cuenta de ello.


III.

Comimos esa vez, como muchas otras veces.

El sabor de la carne no tenía nada especial.

Probablemente, nos demoramos en asarla un poco menos que de costumbre.

De todas formas, fue solo una impresión, pues no tomamos el tiempo que empleamos.

El carbón sintético se volvió blanco, al final, y debimos recogerlo en bolsas.

Me pareció que pesaba lo mismo que antes de ser encendido.

Tampoco había cenizas.

El fuego y el calor no estaban dentro de este carbón, me dije.

Pero claro… admito que puedo, sin duda, estar equivocado.

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