jueves, 13 de abril de 2023

Sombreros.


M. tenía varios sombreros. Algunos de ellos, incluso, con la misma forma. Dos de ellos -aunque en tonos distintos-, estaban guardados uno sobre otro. Entonces, como llevaban harto tiempo guardados de ese modo, un sombrero se atoró en el otro. Ocurrió así que M. se puso aquel sombrero sin darse cuenta que llevaba atorado el otro. Y claro, M. anduvo entonces con dos sombreros, en vez de uno, durante todo un día.

No es algo grave, por supuesto.

El punto aquí es que M., aquella misma tarde, cuando ya en casa se percató que había usado dos sombreros, creyó ver en eso algo así como un símbolo, y se quedó largo tiempo observando aquellos sombreros encajados uno el en otro, preguntándose cuál era el significado oculto tras todo aquello.

No lo descubrió, es cierto. Pero por momentos sintió que se acercaba a comprenderlo y no le gustó aquello que parecía acercarse a comprender.

Eso intentó explicarnos, al menos, días después, cuando nos habló de aquel asunto con los sombreros y lo que les contaba más arriba.

-Si me hubiese ocurrido con guantes u otra prenda habría sido distinto -nos dijo-, pero ya saben como soy yo cuando me obsesiono con el tema de los pensamientos…

-¿De los pensamientos? -lo interrumpí- ¿Qué mierda de tema es ese…?

Y entonces M., mirándome fijamente, nos explicó.

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