miércoles, 12 de abril de 2023

No invenciones, me dijo.


¿Invenciones?

No invenciones, me dijo.

Invenciones, ¿para qué?

Mejor hablemos de otras rutas.

Más sólidas, ante todo, para que sostengan nuestros pies.

No escuches lo que dicen por ahí: nadie camina sobre el agua.

Ni en la luna tampoco, por supuesto, ha quedado huella alguna.

No invenciones, repitió.

Nunca más invenciones.

Lo que necesitamos son mapas.

Textos claros, concretos y precisos que nos permitan salir de este lugar.

Si es que queremos alejarnos, por supuesto.

Textos como mapas.

No invenciones.

Palabras como minerales extraídos de la corteza real.

Piedras que lanzarnos por motivos verdaderos.

Y que produzcan, si nos golpean, daños verdaderos.

No más invenciones.

No más metáforas ni alegorías ni otras formas insustanciales.

No más evasiones para no decir.

No más palabras como bucles.

No invenciones, en definitiva.

Nunca otra historia de un ser cuya sangre no haya de caer sobre la tierra.

Eso dijo, y esperó.

Observándome, esperó.

Sinceramente, no sé decir qué es lo que esperaba.

¿Escuchaste?, me preguntó, luego de un rato.

Yo asentí.

Quiero un mapa, dijo entonces.

De acuerdo, dije yo.

Hice uno en una en blanco que estaba entre nosotros.

Se lo entregué.

Antes de irse, me observó fijamente y preguntó para qué.

¿Para qué las invenciones?, fue exactamente su pregunta.

Las invenciones son para que existas, le contesté.

Para hacerte hablar y callarte cuando se me antoje.

Él me observó y observó su entorno.

Luego, como por arte de magia, dejó de observar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales