martes, 4 de abril de 2023

Sobre un colchón de aire.


Dormí dos años sobre un colchón de aire.

Inflado precariamente y apegado a una pared en un piso pequeño.

Resulta extraño, pero mientras dormía ahí sentí que todo era un poco menos real.

Como si aquello que ocurría no estuviese pasando “de forma seria”.

No fue mi caso, pero me atrevería a decir que, si engañas a tu pareja sobre un colchón de aire, ese engaño no cuenta.

Me refiero a que no vale lo suficiente como para constituir una falta grave.

Es decir: lo que se hace sobre un colchón de aire resulta precario.

Y por lo mismo, no llega a producir un daño importante.

Esto a modo de ejemplo, por supuesto.

Solo lo digo para darme a entender.

En esta misma línea, si una chica queda embarazada sobre un colchón de aire y llega a dar a luz, sin duda ese niño nace también distinto.

No digo peor, pero sí distinto.

Tampoco vacío, necesariamente.

Solo distinto.

O “menos de verdad”, digamos.

Menos real que otros hijos.

Disculpe -advertiría la madre, tras algún inconveniente-, es que lo engendramos sobre un colchón de aire.

Y claro, también a veces he pensado que yo mismo pude ser uno de esos hijos fabricados sobre un colchón de aire.

De todas formas, si me detengo a pensar, aquello no resulta muy probable.

Por el tiempo, más que nada…

Me refiero a que ni siquiera sé si en esos tiempos existían ya los colchones de aire.

Entonces, pienso que mis sensaciones se deben únicamente al hecho de haber dormido durante dos años sobre uno de ellos.

Haber dormido, precariamente, como dije en un inicio.

Sin soñar siquiera, o con sueños que estaban doblemente sobre el aire, y que apenas se distinguían de la vigilia.

Dos años sobre un colchón de aire y ya me echaron al olvido, quise quejarme una vez.

Pero no encontré, finalmente, ante quién quejarme.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Seguidores

Archivo del blog

Datos personales