domingo, 2 de abril de 2023

Deshilvanar.


Quiso ver si era posible y comenzó a deshilvanar ropa. Ropa común, digamos. Poleras, pantalones, camisas y hasta alguna chaqueta. Prendas hechas de esas telas que son tan homogéneas que no parecen realmente estar hechas por hilos. Obviamente, nada pudo hacer con las prendas que estaban hechas con texturas sintéticas, pero con las otras comenzó a tener buenos resultados. Descubrió así, una gran cantidad y variedad de hilos mínimos. Es decir, descubrió que sus prendas eran en realidad un montón de hilos mínimos. Hilos sujetos a su vez por otros hilos que iban generalmente en la dirección contraria. Todos esos los separó y trató de conservarlos. Un pantalón, por ejemplo, que usaba para el trabajo, lo transformó en una sola gran bolsa de hilos. Solo quedaron un par de botones, unos broches pequeños y un cierre, que metió a su vez en una pequeña bolsa dentro de la otra. Luego les puso un nombre y buscó una fotografía en la que pudiese verse la forma que tomaban esos hilos cuando fingían que eran un pantalón. Encontró una en que tenía puesto el pantalón, junto a otros compañeros de trabajo. Corcheteó la fotografía en la parte externa de la bolsa y pensó en lo que había hecho. Hizo lo mismo, por supuesto, con otras de sus prendas. Todo aquello suponía un gran esfuerzo, es cierto, pero de alguna forma difícil de explicar él sentía que todo eso, tenía sentido. A veces, mientras observaba las fotos de cómo habían sido esas prendas, él se detenía en la figura de sí mismo, al portarlas. Observaba su piel, sobre todo, y la comparaba con la que ahora “llevaba puesta”. Afortunadamente, tras un par de minutos observando, retomaba su trabajo, con las telas. A algún sitio, pensaba, mientras volvía a deshilvanar, habrá de llevarme todo esto.

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