viernes, 21 de abril de 2023

Nieve gris.


Esa noche cayó nieve gris.

Plateada, casi.

Nos dimos cuenta a la mañana siguiente, por supuesto, pues esa la noche solo la sentimos caer.

Estábamos en una cabaña que habíamos arrendado por un par de noches.

Yo me levanté primero y preparé el desayuno mientras observaba la nieve.

Debo haber estado pensando en otra cosa, pues sinceramente no me percaté que era gris, hasta que ella se levantó poco después y observó por la ventana.

Esa nieve es gris, fue lo que dijo.

Entonces abrimos la puerta para verla directamente, pues pensamos que tal vez tras el vidrio se veía de esa forma.

Puede ser un efecto de la luz, comenté, mientras tomaba un poco de nieve entre mis manos.

Incluso llevamos nieve al interior de la cabaña, pero seguía siendo igual de gris, no importa a qué luz la sometieras o desde qué ángulo la mirases.

Igual no es un gris sucio, dijo ella.

Yo asentí.

Se ve limpia… incluso un poco plateada, agregó.

Nos miramos.

La situación era extraña.

Supongo que no sabíamos cuánto debíamos asombrarnos.

Tal vez se trataba de un fenómeno normal para la gente que vivía ahí.

No lo dijimos abiertamente, pero supongo que eso fue lo que pensamos.

Sacamos algunas fotos, pero enfocando más el paisaje que el detalle de la nieve.

Almorzamos en la cabaña.

Tuvimos sexo.

Vimos una película.

Luego volvió a nevar.

Esta vez salimos a comprobar el color de la nieve.

Era la nieve blanca, tradicional.

Tanta que cubrió toda la nieve gris (o plateada) que estaba debajo.

Nada más pasó, que fuese memorable.

Según recuerdo, nos fuimos al otro día, tal como habíamos planeado.

No sé si ella habrá investigado sobre esa nieve gris, pero lo cierto es que yo nunca lo hice.

Debe haberse derretido, supongo, de igual forma que las otras.

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