lunes, 24 de abril de 2023

Plátanos.


Como estaban baratos compré plátanos.

Pero no me los comí.

Creo que compré dos kilos de esos plátanos.


Así, en la frutera, los plátanos no comidos comenzaron a oscurecer.

Antes que se echasen a perder, sin embargo, preferí sacar la juguera.

Compré una caja de leche y poco después, tenía casi dos litros de leche con plátano.


Como no quería, en el momento, guardé la mayor parte en una botella de vidrio.

El resto, no sé por qué, lo serví en un par de vasos.

Pensaba tomármelo durante el día, mientras hacía otras labores, en la casa.


No tomé nada, por supuesto, y perdí entonces lo que había servido.

Algo en mí sabía, desde antes, que era eso lo que iba a ocurrir.

Pero ese algo suele tener la voz bajita, y nadie nunca lo ha escuchado.


Días después, por si fuera poco, decidí botar también lo que había guardado en la botella.

No sé realmente si ya estaba malo, pero sin duda no iba a probarlo.

Se habían formado grumos y el líquido estaba más espeso, de lo que recordaba.


Esa misma noche, decidí pensar en todo, para explicarme algunas cosas.

Decidí pensar en todo, me refiero, como si hubiesen sido plátanos.

Hoy, sin embargo, decido ir a comprarlos nuevamente.


Y es que, sin duda, no es culpa de los plátanos.

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