martes, 11 de abril de 2023

Un nombre que nadie escuchó.


Dijo un nombre que nadie escuchó.

Yo no lo oí, por supuesto.

Algunos dicen -por simple conjetura-, que fue el suyo.

Eso plantean, al menos, cuando se refieren a aquel hecho.

Señalan que logró decir su nombre para que alguien la llamase.

Y para aclarar, digamos, que esa era ella, y no otra.

A mí, en todo caso, eso me parece absurdo.

Además, como decía en inicio, nadie escuchó realmente aquello que dijo.

Por lo mismo, pienso que aquello que gritó pudo ser cualquier cosa, menos un nombre.

Y es que si hubiese sido un nombre, alguien, probablemente, se habría volteado.

O ella misma, incluso, hubiese manifestado una actitud distinta.

Es decir, aceptando incluso que fuese un nombre, la clave aquí es que era un nombre que nada nombraba.

Un nombre, tal vez, para algo todavía inexistente.

O para algo ya extinto… quién sabe.

El punto aquí es que dijo un nombre, pero nadie escuchó.

Y la culpa no fue de ella ni de nadie, pero podía sentirse igualmente.

Yo no oí sus palabras, por cierto, pero soy testigo del revuelo que causó.

Y pude ver también, tras seguirla por un instante, qué ocurrió con ella, luego de entonces.

Pueden no creerme, por supuesto, pero sé que es cierto.

Dije un nombre entonces, y esperé que alguien respondiera.

Todavía espero.

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