jueves, 20 de abril de 2023

Un mono como mascota.


Cuando vivió en Ecuador tuvo un mono como mascota.

Probablemente no era algo legal, pero en ese entonces nadie se preocupaba de aquello.

Era un mono pequeño, de todas formas, y no daba mayores problemas de cuidado.

El mono tenía un nombre, por supuesto, pero G. comenta que lo ha olvidado.

Lo que no olvida es que el mono sabía fumar.

Tiene la imagen grabada del mono sacando cigarrillos del padre de G. y encendiéndolos en una estufa.

También tiene recuerdos del mono ofreciéndole a él mismo un cigarrillo y fumando junto a él sentados en la mesa que había en la cocina.

G. acepta, sin embargo, que estos últimos recuerdos pueden no ser tan exactos -incluso a él le parecen extraños-, y acepta que tal vez su memoria lo lleva a mezclar algunas cosas.

-De todas formas, lo del mono de mascota es seguro -nos dice-. Tengo fotos y nadie pone en duda eso…

-¿Y lo de los cigarros? -le pregunto.

-De que el mono fumaba, claro que fumaba… -dice G.-. Lo que pongo en duda son algunos recuerdos en que el mono hacía figuras con el humo y la forma en que me enseñó a fumar… ahí supongo que mezclo cosas…

-¿Recuerdos de tu padre…? -lo interrumpo.

-No -dice él-. Estoy seguro que mi padre no… Pero debe haber sido alguien más…

Mientras reflexiona sobre aquello, sin resultados positivos, por supuesto, G. enciende un cigarrillo y juega haciendo figuras con el humo, en el aire.

Son círculos de humo, nada más, pero quedan tan bien hechos que parecen ventanas por los que puedes ver algo así como un mundo paralelo, mientras se desvanecen.

-¿Les conté que mi padre mató al mono? -dice entonces G., como si fuese lo más natural del mundo.

Luego de esto, permanece un rato en silencio, mientras acaba el cigarrillo.

Nosotros, por supuesto (en medio del humo), esperamos que G. nos cuente aquella historia.

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